Este martes 17, el Parlamento aprobó la solicitud de pensión graciable para el exjugador de la selección uruguaya de fútbol, Antonio Alzamendi.
Las pensiones graciables son aprobadas por la Asamblea General en función de ciertos requisitos como recursos insuficientes, haber prestado grandes servicios a la República o haber destacado en forma relevante en actividades científicas, artísticas o culturales.
En este caso, Antonio Alzamendi fue un jugador de fútbol de destacada trayectoria con la selección uruguaya y con Peñarol, además de otros equipos fundamentalmente de la vecina orilla.
Integró una familia pobre de siete hermanos, padre policía y madre empleada doméstica. De niño le apodaron “hormiga”: se subía a los camiones de sandía, abría la fruta para extraerle un pedazo de la pulpa y devolverla con sigilo. Fue campeón liceal de velocidad; corría descalzo porque no le gustaban los zapatos con clavos, reconoció a El Observador en nota de abril de 2021.
Inició en el Wanderers de Durazno, de adolescente. En 1977 jugó en Sud América, de allí pasó directamente al fútbol argentino de la mano de José “Pato” Pastoriza, en Independiente (1978 – 1982) y en River Plate (1982 – 1983). Integró el “Nacional de las Estrellas” de 1983, donde salió campeón y goleador. Luego se fue al Tecos de México ese año, negociación a cargo de Paco Casal.
Fue titular del River Plate campeón de la Libertadores de 1986 y venció al Steaua Bucarest por la Intercontinental de ese mismo año.
Jugó en España, dos años en el Logroñés, por insistencia de Óscar Ruggeri. Retornó para recalar en Mandiyú de Corrientes en 1990. Y se retiró como jugador en Rampla Juniors en 1993.
Como integrante de la Selección Uruguaya de Fútbol, ganó la Copa América de 1987 disputada en Argentina. Además, jugó en dos mundiales, en México 1986 y en Italia 1990.
Eso, a pesar de que el propio Julio Grondona, por entonces presidente de Independiente, le ofreció nacionalizarlo argentino para jugar el mundial de España 1982.