El músico argentino es amigo de José Mujica, toca desde hace diez años únicamente para causas populares y dentro de unos meses se presentará en cárceles uruguayas de mujeres.
La relación de Gieco con Uruguay comenzó en los años 1970 al inicio de su carrera y se afianzó a partir de su amistad con el expresidente frenteamplista José Mujica. “Mi espíritu está con Pepe”, dijo en diálogo con La Rosca. “Una persona que te diga ‘yo quise cambiar el mundo pero no cambié nada’ habla de su humildad; nunca a ningún político del mundo le escuché decir eso”, añadió.
Para el cantautor argentino, Mujica “va a quedar en el recuerdo del mundo”. Lo conocen “desde Jimmy Carter hasta Roger Waters y Serrat, y lo van a conocer los chiquitos en los colegios”, aseguró. Esto contrasta con la desconfianza que Gieco siente con la política: “no creo en eso”, afirmó.
“Las causas populares no vienen de las canciones, vienen de tu vida”, consideró Gieco. A los nueve años trabajaba como repartidor de carne en su pueblo Cañada Rosquín y entregaba algunos cortes a linyeras que aguardaban el tren. “Lo cuento porque no es que yo dije ‘voy a hacer canciones que sean sociales’, uno lo es desde el vamos”, explicó.
Su primera canción, Hombres de hierro, estuvo inspirada en marchas de protesta en Mendoza. Esto le costó la falta de oportunidades en discográficas hasta que una firma le propuso grabar En el país de la libertad.
Desde 2015, Gieco solamente toca en vivo para entidades sociales y sin costo. Por ejemplo, estará en la próxima Marcha del Silencio y en cárceles de mujeres, invitado por la secretaria de Derechos Humanos de Presidencia, Colette Spinelli. Un oyente recordó el recital del artista para los estudiantes que en el año 2000 ocuparon el IAVA. “Para mí es un placer muy grande tocar para la gente que necesita algo, como cuando le daba el pedacito de carne para los crotos” cuando era niño, sintetizó.
Gieco recomendó a las nuevas generaciones que se animen a practicar en su casa y ofrezcan recitales pequeños, en escenario. También que aprendan a reconocer cómo se sienten, que estudien música, canto e inglés, y que sean capaces de perdonarse sus errores artísticos. “El único ‘moco’ que no perdono es a los militares, a los genocidas, a los que violaron o mataron, no lo perdono jamás”, concluyó.