Para Leibner, el genocidio “no es necesariamente el exterminio de toda una población”, sino que significa “destruir su tejido social” y “su capacidad de llevar la vida en determinado lugar”.
El historiador uruguayo Gerardo Leibner, radicado en Israel desde hace cinco décadas y profesor en la Universidad de Tel Aviv, analizó en Nada que perder la situación política interna y el desarrollo de la ofensiva militar en la Franja de Gaza.
Leibner definió al gobierno de Benjamín Netanyahu como “ultranacionalista” e “intransigente”, a la vez que consideró que hay integrantes que tienen concepciones nazis: “Judíos nazis, parecería ser una paradoja, pero son nazis en su actitud hacia los árabes palestinos”, dijo.
Si bien reconoció que hay “sectores más moderados”, desde el 7 de octubre del 2023 “como respuesta al ataque de Hamas, están envueltos en una campaña de guerra a muerte con el objetivo de desterrar a la población gazatí por todos los medios que puedan hacerlo”.
Según Leibner, Netanyahu se sostuvo durante años como un líder de derecha pragmático, capaz de modificar su orientación para preservar el poder. Sin embargo, desde el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023, se apoya en sectores de ultraderecha y en partidos religiosos ultraortodoxos, que orientan su política “hacia el confrontamiento y a la colonización de los territorios palestinos”.
El resultado es un gobierno que califica como “de derecha radical” y con una mayoría parlamentaria frágil. En ese contexto, afirmó, el primer ministro recurre a nuevas ofensivas militares cada vez que enfrenta amenazas de perder apoyo interno.
“El ataque a Irán, por ejemplo, surgió en la semana en que los partidos ultraortodoxos estaban por votar la desconfianza al gobierno y el gobierno estaba a punto de caerse”, contó el historiador y consideró que “obviamente” el ataque “sirvió para patear la pelota hacia delante y postergar la crisis que estaba pendiente”.
Del consenso al cuestionamiento
La guerra en Gaza generó inicialmente un apoyo transversal, incluso de sectores opositores. Sin embargo, a partir de abril de 2024 ese respaldo disminuyó cuando quedó claro que el gobierno no buscaba concretar un intercambio de rehenes por prisioneros, sino prolongar el conflicto.
Parte de la oposición y algunos oficiales del ejército comenzaron a manifestarse contra la ofensiva, al considerarla carente de sentido militar y motivada por los planes de sectores ultranacionalistas para desplazar y colonizar Gaza.
En cuanto a la opinión pública, señaló que entre los judíos más jóvenes el apoyo a la ofensiva es mayoritario, producto de la “indoctrinación” escolar y militar. Pero esas posturas suelen modificarse durante la vida universitaria o al formar una familia.
Leibner explicó que tras el ataque de Hamás fue difícil expresarse críticamente en Israel, aunque las primeras fisuras surgieron con las familias de rehenes que entendieron que “la prioridad era aprovechar el 7 de octubre para salir a una guerra a muerte” antes que resolver su situación.
Las razones para hablar de genocidio
Leibner enumeró cuatro elementos que, a su juicio, permiten calificar la ofensiva como genocidio: un estimado de 100.000 muertes, la destrucción sistemática de infraestructuras, un cambio en las reglas militares que multiplica las víctimas civiles y declaraciones oficiales que buscan el desplazamiento forzoso de la población.
En este sentido, citó declaraciones del ministro de defensa israelí, Israel Katz, quien “ha dicho muy claramente” que pretende es “desplazar a toda la población de Gaza” hacia las ruinas de la ciudad de Rafah y cerrarla con alambrados, para “crear ahí una ciudad humanitaria temporaria”. “Él lo llama ciudad humanitaria, yo lo llamo campo de concentración”, sentenció Leibner.
Para el historiador, el genocidio “no es necesariamente el exterminio de toda una población”, sino que significa “destruir su tejido social, destruir su capacidad de llevar la vida en determinado lugar”.