Los últimos datos oficiales indican que en Uruguay hay entre 68.000 y 93.000 niñas, niños y adolescentes que trabajan.
El director de la asociación civil Cippus, Fernando Olivera, aseguró que “mayor desigualdad, pobreza e informalidad, son los principales elementos para el surgimiento del trabajo infantil”. Con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que tiene lugar este jueves 12 de junio, Olivera expresó en Info24 que los datos oficiales indican que en Uruguay hay 68.000 niñas, niños y adolescentes en esta situación, cifra que se eleva a 93.000 si se toma en cuenta las tareas de cuidados no remunerados.
Uno de cada diez niñas, niños o adolescentes trabaja en Uruguay según la última encuesta de trabajo infantil, publicada en 2010. Algunos comienzan a los ocho años y a partir de los 11 su actividad laboral interfiere con sus estudios. Las niñas y mujeres adolescentes también se desempeñan en las tareas de cuidados no remunerados, que afectan su desarrollo. Los datos presentados son de 2010 y serán actualizados próximamente a partir de una encuesta hecha entre setiembre de 2024 y abril de 2025.
Olivera identificó a la desigualdad, la pobreza y la informalidad como promotores del trabajo infantil, pero sostuvo que se debe evitar culpar a las familias. Como ejemplo, expresó: “La salida al mercado laboral de la mujer sin políticas estatales de cuidado” relega a las niñas y adolescentes a esas tareas en los hogares más pobres. A esto sumó el crecimiento de “las economías ilegales”, que captan a los adolescentes.
Por otro lado, hay diferencias en función de los territorios, dijo Olivera. Por ejemplo, la “realidad metropolitana” difiere a la frontera, que requiere una “solución binacional”. O la informalidad que golpea a los departamentos más alejados de la capital, o las zonas granjeras, que ocupan a niñas y niños durante las zafras. Son “círculos de reproducción de pobreza” en los cuales los hijos continúan en la situación irregular de sus padres.
El director de Cippus se preguntó “qué tipo de varones estamos construyendo a partir de entornos cada vez más violentos, el uso de armas y municiones letales, con sus impactos a nivel físico y emocional”. Estas situaciones deben abordarse desde una institucionalidad distinta y coordinada, no solamente desde el punto de vista punitivo, porque de otra forma “esta realidad no va a cambiar”, sostuvo.
Olivera reclamó por una estrategia nacional “que apunte a la adecuación normativa, formación profesional, campaña de sensibilización” que sea capaz de ir “contracorriente” ya que el trabajo infantil se ve “naturalizado” en los sectores más pobres cuando es una estrategia de supervivencia y las niñas y niños deberían estar “en otros ámbitos” como la educación. El “ausentismo y abandono escolar” actuales es ejemplo de esta situación, concluyó.