El balotaje presidencial aceleró cambios en los partidos tradicionales hacia “direcciones imprevisibles”, que tienen un antecedente en la política de fusión del siglo XIX.
Quien hace historia compara permanentemente el pasado con el presente, de allí el nombre de la columna de Carlos Demasi en Nada que perder: “Esa película ya la vimos”. Así lo presentó el historiador en la transmisión especial de este miércoles en la Sala Camacuá que, a sala llena, desarrolló una reflexión sobre las tradiciones partidarias, los partidos tradicionales y los cambios observados en las últimas décadas.
En las épocas actuales, expresó el historiador, “uno nota que están ocurriendo cambios importantes”, por lo cual “mirar el presente con perspectiva histórica nos ayuda a entender un poco mejor cómo fue nuestro pasado” y comprendemos “un poco mejor cómo puede llegar a ser” el presente. Por ejemplo, el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC) se denominan “tradicionales”, una idea que permite pensar que “nunca cambian” pero, en realidad, “las tradiciones van cambiando al ritmo del partido” y “van adaptando el pasado según su realidad”.
En este marco, Demasi explicó por qué la incorporación del balotaje al proceso electoral para elegir a un presidente hizo que los partidos tradicionales aceleraron “un montón de cambios” en “direcciones imprevisibles”.
“Cuando se pensó en el balotaje se pensó en alejar la posibilidad de que el Frente Amplio (FA) gane las elecciones. ¿Cómo? Si el FA competía con los dos partidos mayores necesariamente iba a ser un tercer partido”, indicó el historiador. Esto “lo podía condenar a la desaparición” si “el FA estaba en la posición de tener que negociar con algún candidato” o, en el caso de que fuera uno de los que participaba del balotaje, “los partidos tradicionales aliados los superarían sin mayor dificultad”.
Lo que ocurrió, dijo el historiador, fue que en el primer balotaje de 1999 los dos partidos tradicionales apenas sumaron por arriba del 50% y perdieron en primera vuelta en la segunda elección de 2004. Rememoró que blancos y colorados estaban acostumbrados durante el siglo XX a superar el 90% del total de votos. “Es decir, el mecanismo fracasó absolutamente”, sintetizó Demasi.
La Coalición Republicana y la “política de fusión”
Hay discursos en la actualidad que entienden que “si todos suman los votos” en un solo partido, entonces “tienen que ganar”. Eso es “lo mismo que pensaban cuando plantearon el balotaje”, indicó Demasi, cuando “la pregunta debe ser por qué siempre saca menos votos en la segunda vuelta”.
Este nuevo escenario político “lleva a una recomposición de las tradiciones” mediante “una tradición nueva”, cambios por los cuales “el que está perdiendo, curiosamente, es el PC”, identificó Demasi, cuando este partido era “históricamente la mayoría nacional”. La primera derrota electoral de los colorados fue en 1958, volvió al poder en 1966 y desde esa fecha está en declive, indicó.
“El PC empieza a perder en buena medida porque pierde el batllismo” que era, según indicó Demasi, “la receta para ganar elecciones, la puerta de entrada para los jóvenes votantes, así ganaba con la renovación permanente”. En este punto, Demasi hizo dos observaciones: por un lado, Jorge Batlle “abjuró” de las clásicas ideas del batllismo y, por otro lado, el PC no cuenta con el liderazgo de un integrante de la familia Batlle, quienes siempre estuvieron al frente de algún sector colorado desde el final de la Guerra Grande en 1851.
Demasi recordó que el PC atravesó por una renovación “impresionante” en 1985, con tres corrientes que se denominaban “batllistas”, pero desapareció con el tiempo y los discursos cambiaron y el PC actual se quedó recostado en la histórica corriente del “riverismo” que representa un 8% del electorado nacional. A tal punto que, en las últimas elecciones, le preguntaron al candidato colorado por datos del batllismo “y el tipo no sabía”, relató. “Perdió (la materia) ‘batllismo’ en ese examen”, indicó Demasi.
“Ese tipo de cosas lleva a esta situación que reproduce algo que se dio en la década del 50 del siglo XIX: la política de fusión, intentar de unir los dos partidos en uno que se llamaría Partido Nacional”, rememoró Demasi. “Hubo un sector de colorados que rechazó la propuesta porque quería seguir siendo colorados y porque la evolución posterior llevó a que la ‘fusión’ se identificaba con el crimen político: ¿en qué terminaba? en la Hecatombe de Quinteros” de 1858.
Ahora, estas ideas cercanas a la “fusión” de los partidos tradicionales se vuelve a plantear en la actualidad con la constitución de una Coalición Republicana como una “solución política” al igual que en el siglo XIX y con el rechazo de un sector de los colorados.
Demasi concluyó que “las tradiciones involucran a la identidad, la expresa, les da una estabilidad muy grande a los resultados electorales”, pero, si esas tradiciones se pierden, “sería una situación inédita en el país y veríamos una volatilidad muy grande de una elección a otra; eso no me parece muy bueno”, señaló ante los riesgos por la llegada de los “outsider” en el sistema político uruguayo.